No le faltó a la final de la Copa una actuación inesperada, la de David Bisbal. El cantante sudaba para entonar su Ave María mientras los jugadores del Valencia se instalaban en el vestuario del Benito Villamarín, a donde llegaron una hora y media antes del partido. Al frente de la expedición se presentó el capitán Parejo con el rostro contraído por las cavilaciones. El Valencia regresaba a una final de Copa 11 años después y el mediocampista, auténtica alma de este equipo, se disponía a cumplir con su papel rutinario: el de puntual ejecutor de las maniobras más complicadas de su equipo. Las acciones sutiles que determinan los tiempos del ataque y de la defensa.Si la aparición de Bisbal fue sorprendente, el recital de Parejo resultó previsible. En juego estaba su primer título.
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