mercredi 29 mai 2019

Landa y Carapaz se regalan un ataque inesperado

Si la realidad te mata, sueña, les dicen a los ciclistas que, helados en la meta el martes leen en su orden del día que esa noche duermen en el Valle del Sol, de donde saldría la etapa del miércoles. Y sueñan con Marbella, tostados un poco por cada lado en una hamaca. En la Italia alpina, sin primavera, en la Italia que es Italia pero parece Austria, bárbara y rácana, y todo dicho en alemán, con miles de manzanos fuji y golden en hileras interminables y montañas severas cerrando el horizonte, el Valle del Sol resulta ser un sitio más helador aún, nublado, aguanieve, tres grados, y Amador se levanta y aún lleva en los huesos el frío que pasó el día anterior, el día que, asegura sin exagerar, más frío pasó en su vida encima de una bicicleta. A Amador, de Costa Rica, no le dio tiempo a ponerse los manguitos en la cima del Mortirolo mientras esperaba a Landa y Carapaz para bajarlos, y en el valle le salvó su alma rusa (regalo de su madre, Raisa Bikkazakova) y la esperanza de rehacerse en la etapa del miércoles se la mata el examen del perfil: la etapa termina a más de 1.600 metros en un estadio de biatlón, esquís y escopetas. Sol, ¿dónde estás?

Seguir leyendo.



source Portada de Deportes | EL PAÍS http://bit.ly/2EF3GSQ

Aucun commentaire:

Enregistrer un commentaire