Aunque las crisis irrumpen repentinamente en muchas ocasiones, el fútbol suele avisar de lejos. Es la situación que preside el estado del Barça, que vislumbraba el triplete hace un mes y ahora está aturdido por el destrozo de Anfield. Su derrota en la final de Copa le ha añadido más pesadumbre: negatividad general, inquietud y búsqueda de soluciones mágicas. Ninguno de los déficits actuales mereció mayor interés cuando el Barça se embarcaba hacia Liverpool con la Liga en la mano y el 3-0 en el partido de ida. En tres semanas, el viento del fútbol ha convertido su alegre recorrido en una tormenta de imprevisibles consecuencias, con el entrenador como primer actor del festín crítico.
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