Casualmente, unos días después de la caída del FC Barcelona en la semifinal de la Champions ante el Liverpool, tuve la oportunidad de conversar con uno de los integrantes de la plantilla. Y ante mis preguntas para entender las razones de la debacle, el futbolista admitió que el segundo gol desató en todos ellos el peor recuerdo: el partido contra la Roma justo un año antes. Y con él, desaparecieron la calma, la seguridad y el orden necesarios para afrontar una eliminatoria de tal importancia. Ni tan siquiera el que sea, probablemente, el mejor jugador de todos los tiempos fue capaz de abstraerse de la situación.
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