A David Davis, ese inconfundible extremo izquierdo de padres guineanos que se coronó campeón del mundo de balonmano en 2005, no hay semana del año que no le llame un equipo o una selección para que les recomiende uno como él, otro David Davis. Un entrenador que aplique con éxito ese particular modelo de juego que ha situado a los técnicos españoles entre los más deseados. “Están todos locos por nosotros”, asegura este barcelonés de 42 años criado en Santa María de Palautordera y al que a veces le cuesta encontrar las palabras en castellano por los años que lleva en el extranjero.
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