Un divertido matrimonio belga se lo estaba pasando pipa, hasta que a los cinco minutos las cosas ya estaban claras. Ella (¡Allez David!) portaba una peluca roja, amarilla y negra, mientras que él había apostado por una graciosa gorra de la que salían dos cuernecillos y en la que se leía: Belgian Red Devils. Es David Goffin, su compatriota, un diablillo que recorre la pista como un correcaminos, con zancada eléctrica y un tenis revolucionado, pero claro, si enfrente está Rafael Nadal y el marco es la Chatrier todo eso importa bastante poco. A los cinco minutos, la libido tenística de la pareja ya había disminuido y los dos tenían un poco menos de guasa, porque para entonces el mallorquín ya había desmontado a su chico, aunque este demostrase su categoría arañándole un set: 6-1, 6-3, 4-6 y 6-3, en 2h 49m.
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