Se libró Garbiñe Muguruza, por poquito pero se libró. Fue ennegreciéndose el cielo de París y al final se cerró, dibujando el paisaje de uno de esos filmes apocalípticos en los que la lluvia cae como si las dispersasen desde arriba a cañonazos. A ella, por suerte, la escena la pilló de recogida ya en el hotel, habiéndose entrenado por la mañana en el complejo de Roland Garros, bastante caótico estos días porque el futuro exige y la renovación ya va llegando. El objetivo es claro: París es París, plaza mayor donde las haya, así que para seguir el ritmo infraestructural de Melbourne, Londres y Nueva York era necesaria una vuelta de tuerca a la que también aspira la tenista.
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