mercredi 30 octobre 2019

Nadal tiene, por fin, el broche deseado

Es París, paradójicamente, lugar del todo o nada para Rafael Nadal, que mitifica la primavera gala de Roland Garros, un año sí y otro también, y que luego, cuando se asoma en el calendario el paisaje otoñal de Bercy, se desvirtúa en un contexto en el que su juego pierde la efervescencia por una razón u otra. Pesa el marco, sobre dura y a cubierto, y ha pesado tradicionalmente una fecha en la que las piernas del balear  –este miércoles, 7-5 y 6-4 (en 1h 48m) a Adrian Mannarino, citado ahora (19.30, #Vamos) con Stan Wawrinka– acostumbran a portar una sobredosis de kilometraje, o bien la carrocería luce abolladuras a una altura de la temporada en la que suele faltar el aire y languidecer la musculatura.

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