Ferrari debería comenzar a hacérselo mirar. Resulta que cuando el equipo de Maranello, el más universal del mundo de las carreras y el que más éxitos acumula en la historia del Mundial de Fórmula 1, consigue dar finalmente con la tecla para medirse en igualdad con Mercedes, indiscutible dominador de la era híbrida, a su división de estrategia le da por tomar riesgos innecesarios que comprometen el rendimiento de sus pilotos. Una tardía sanción impuesta el sábado a Max Verstappen permitió que los dos bólidos rojos monopolizaran la primera línea de la parrilla de salida en México, donde hasta ahora nadie –desde que el campeonato regresó allí en 2015– había ganado arrancando más atrás de la segunda plaza. Y sin embargo, Ferrari se las apañó para complicarse la vida de nuevo y servirle la victoria a Mercedes y a Lewis Hamilton. El británico, que en el Hermanos Rodríguez dispuso de la primera pelota de partido para encasquetarse su sexta corona de campeón, deberá guardarse el confeti una semana, hasta el domingo que viene. En Austin, el británico se coronará por quinta vez en seis años siempre que termine entre los ocho primeros.
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