Moussa Sissoko cometió penalti por mano en el área a los 29 segundos de la última final de la Champions. Su acción, apenas un reflejo, cambió el partido. Cinco meses después el Liverpool y el Tottenham volvieron a encontrarse y Sissoko volvió a cambiar el partido. Esta vez, transcurridos 40 segundos. No fue un reflejo sino un jugadón. Robó el balón frente a su área, dribló a Fabinho, avanzó en campo contrario, se fue de Wijnaldun, y cuando vio que le salía Van Dijk abrió a Son. Rota la primera y la segunda línea de presión del equipo más presionante de la Premier, el coreano hizo un recorte sobre Henderson y sacó un tiro que desvió Lovren. Atento a la trayectoria imprevista de la pelota, Kane se tiró en plancha y la orientó hacia el palo libre. El 0-1 fue la constatación de lo impredecible en el inicio de un duelo que acabaría como era de prever. Anfield sigue siendo impenetrable.
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