Tres meses después de fracturarse el quinto metatarsiano del pie derecho, Neymar regresó a lo grande. En un escenario legendario como Anfield, el pinturero extremo brasileño dejó para el recuerdo un gol muy suyo. Primero salió ganador del uno contra uno con Vrsaljko por velocidad con un recorte que sentó al lateral del Atlético. A la filigrana cosió un violento derechazo que reventó la red de Subasic, que ni vio la pelota del zurriagazo que tuvo que tragarse. Llevaba 25 minutos Neymar en el campo y su calentamiento ya había generado más expectación que todo lo que había ocurrido en el primer tiempo. Antes de que comenzara el segundo acto, brazos en jarra y con esa cabellera ensortijada que luce ahora, esperó a que el árbitro registrara su entrada al campo. Entró para ganar el partido y derrotar a una Croacia que pudo mantener el pulso mientras Modric estuvo en el campo. Fue el volante madridista el que enseñó los problemas que puede tener Brasil durante el Mundial de Rusia. Le sonaban y mucho: Modric se empeñó con descaro en dirigir los ataques de Croacia hacia la espalda de Marcelo.
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