Fue en una concentración de entretiempo con Francia cuando soltó la bomba. “Mi cláusula [60 millones] no es muy grande, todo el mundo lo sabe y ya hay varios clubes interesados en mí”, resolvió Samuel Umtiti para sorpresa de la parroquia azulgrana, que aplaude y corea al jugador a cada encuentro que se disputa en el Camp Nou. Tanto en el área deportiva del Barça como en los despachos presidenciales se desató de inicio un buen enfado –porque entendían que su contrato acababa en 2021 y un año y medio en el club no le daba para tales reivindicaciones-, pero pronto se pasó al nerviosismo y a las urgencias porque no querían perder a un central que había reemplazado a Mascherano sin apuro alguno y que se complementaba mejor que cualquier otro con Piqué por su salida natural hacia la izquierda y su velocidad para la corrección. “Saben cuándo uno tiene que saltar a la presión, cuándo tiene que salir o quedarse o cuándo hablar. Todo eso lo tienen mecanizado. Un poco es por su talento, pero también por el tiempo que llevan juntos”, les piropeó el técnico Ernesto Valverde. Y más tiempo que pasarán juntos porque el Barça renovó ayer a Umtiti hasta 2023, cinco años más.
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