El envoltorio se impone al juego en este Mundial. Hay más diversión en las almendras centrales de las ciudades sede que en lo que deberían ser los grandes epicentros del disfrute futbolero. Si en las calles se imponen las sonrisas de las hinchadas, el colorido del crisol de naciones y razas que es una cita como esta, en los terrenos de juego predominan la seriedad y el tedio. Por la mañana, la Plaza Roja era un hervidero de seguidores franceses y daneses que consumían cerveza bajo la canícula a la espera de asistir a un partido que al menos mereciera la pena. Por la tarde, el estadio Luzhniki era un mastodonte arquitectónico apagado ante dos selecciones a las que les valía el empate. A Francia para ser primera de grupo, a Dinamarca para certificar su pase a octavos. No hubo más que hablar y menos que jugar. Firmaron el primer empate a cero de todo el campeonato.
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