El lunes por la noche España escapó a una pequeña tragedia en una esquina nunca antes explorada de la zona Cesarini. La selección descubrió en Kaliningrado un espacio situado después del minuto 90, claro, pero también más allá de la percepción humana. El VAR ve lo que el ojo no ve. A la angustia del tiempo que se agota propio de la zona Cesarini, se añadió el suspense televisado de la intervención del videoarbitraje. Más aún: al mismo tiempo, más allá también del minuto 90 de otro partido que se jugaba a 2.000 kilómetros, en Saransk, se revisaba algo que había escapado al ojo arbitral y que resultaba decisivo para España. Dos puntos marginales de la zona Cesarini superpuestos. La tragedia a la que escapó la selección era pequeña, en ningún momento estuvo eliminada, pero el sofocón de la incertidumbre descontrolada fue formidable. Tanto, que pareció que España se había salvado de algo mucho más grave, y no solo de terminar segunda de grupo.
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