A ciegas, sin poder elegir uruguayos y rusos la conveniencia de jugar en octavos de final por cuestión de horarios, fue el peso de la camiseta lo que terminó por imponerse. Es decir, Uruguay. Garra, picaresca y ese aire renovador que la envuelve ahora por su pretensión de tener más relación con la pelota. Los volantes Betancur y Torreira son los abanderados de esa transformación estilística que trata de entreverarse con su identidad guerrillera charrúa. Bajo el calor asfixiante del verano siberiano de Samara, Uruguay barrió a Rusia y se aupó a la primera posición del grupo con una victoria incontestable. Los bicampeones del mundo han cerrado la fase de grupos con un pleno de tres triunfos. Dinamita anímica para una selección que ha construido gran parte de su mística con más fe que fútbol.
source Portada de Deportes | EL PAÍS https://ift.tt/2lxYwhx
Aucun commentaire:
Enregistrer un commentaire