Ni siquiera la solvente Alemania se ha librado de morir de éxito. Ni siquiera la atemorizadora Alemania ha podido eludir el endémico mal de tantos campeones: sufrir de actualidad durante cuatro años, los que separan el testamento de un título de su posterior defensa. A veces, la celebridad confunde. Se pierde la perspectiva del mañana por la creencia de que el ayer es un vitalicio cheque al portador. De repente, mientras otros evolucionan para escalar al trono, el campeón se endominga ante el espejo ajeno a su involución hasta que fallece de realidad.
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