Un Mundial de fútbol se vive de unas siete u ocho maneras diferentes. Tal vez más. Vivirlo de una, depositando el interés solo en lo que haga tu selección, es un suicidio feísimo. Significa que en el fondo no tienes ni idea de qué va un Mundial. Nadie sabe, seguramente, de qué va un Mundial. Pero tú menos, está claro. Una desgracia, como que tu equipo se quede fuera demasiado pronto, no debería pasar de minucia. Dile adiós, mándale un beso con la punta de los dedos, ríete de todo. Pensemos en aquella tira cómica de Roberto Fontanarrosa que protagonizaba Boogie el Aceitoso, un mercenario de origen estadounidense, veterano de la Guerra de Vietnam, capaz de cualquier cosa por dinero. Un día Fontanarrosa lo representó ante la muerte de John Lennon, de la que simplemente comentó: “Todavía faltan tres”. En un Mundial no se mira atrás. No se llora porque se pisen cadáveres de selecciones eliminadas. Es la única manera de disfrutar hasta el final. La vida es corta. Es necesario, en un momento dado, tener algo importante que no te importe demasiado perder.
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