Hay cementerios imán para los turistas, como el Père Lachaise en París; están los que sirven para entender a la aristocracia de una sociedad como el de La Recoleta en Buenos Aires; hay otros que funcionan como perfecto lugar de reflexión como el de Highgate en Londres. Y también está el cementerio de Vagankovskaya, en Moscú. Ni el inquietante quejido de los cuervos rompe su armonía; un poco ostentoso, un pelín hortera, sus bóvedas lo convierten en un paseo agradable, un repaso por las grandes figuras del deporte soviético, como Lev Yashin (Moscú, 1929-1990).
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