En los últimos tres años el Barcelona ha vivido un atolladero judicial. Desde jugadores hasta directivos han pasado por la silla de los acusados. El club fue sancionado por irregularidades en la inscripción de menores de 18 años; la directiva tiene una cruzada con la UEFA por las esteladas que porta la afición en los partidos de Champions; Javier Mascherano, Lionel Messi y Adriano han sido condenados por delitos fiscales; el presidente, Josep Maria Bartomeu, y su antecesor en el cargo, Sandro Rosell, han sido procesados por delitos de corrupción entre particulares y estafa derivados de los contratos del fichaje de Neymar; y hasta el delantero brasileño declaró en condición de investigado por su fichaje con el Barça en 2013. Sin embargo, y a pesar de las revueltas en los tribunales, el vestuario azulgrana parece inmune al entorno, solo obsesionado con la idea de jugar a la pelota.
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