Muy desfigurado e irreconocible en la cancha, vestido con una zamarra quizá excesivamente ligera y frívola para un equipo contundente y serio —los comerciales aseguran que tiene toques gaudinianos—, el Barça resolvió en un momento un partido que tenía muy mala pinta desde que marcó el Borussia Moenchengladbach. La solución llegó desde el banquillo, cuando el encuentro parecía no tener arreglo para los titulares, desquiciados los medios y los delanteros, sobretodo Neymar. El remonte lo firmaron un suplente de nombre Arda y un central que no soporta perder como Piqué.
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