Decía Tito Vilanova, extécnico del Barcelona, que sin él se caería el invento. Y Luis Enrique parece constatarlo porque es el único defensa seguro en una zaga que cambia de cara cada dos por tres porque alterna a Jordi Alba con Digne, y tanto pone a Umtiti como a Mascherano o a Mathieu, al tiempo que le da más carrete a Sergi Roberto porque ha relegado al ostracismo a Aleix Vidal, que suma cinco partidos en la grada. Pero como central fijo está Gerard Piqué (Barcelona; 29 años), que cuenta con más minutos que nadie en el equipo —720 por los 704 de Busquets y los 692 de Luis Suárez— y que al contrario que en otros cursos ha empezado como un tiro, fiable como habitúa en la salida del balón. Pero también actúa de corrector en una zaga que siente suya. Ya no es el pupilo de Puyol o Milito, sus dos referentes, sino que ordena la línea y sostiene al equipo cuando se rompe. Y, aunque se esfuerza más, le cuesta menos que nunca porque lo disfruta. El ejemplo fue el miércoles ante el Moenchengladbach, donde sufrió frente a las contras rivales pero solucionó el encuentro con su gol.
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