La Ryder Cup fue un desafío sin sentido que a la Gran Bretaña orgullosa no le importaba perder una y otra vez ante el Estados Unidos imperial hasta que llegó al rescate el continente de Seve Ballesteros y la transformó en una de las más grandes competiciones deportivas. En el campo de Hazeltine, en Chaska (Minnesota, EE UU), se juega de viernes a domingo la 41ª edición, en la que la Europa golfista, aquella en la que el Brexit no se le pasa a nadie por la cabeza, defiende la Copa del torneo bienal ganada en las tres anteriores ediciones, 2010, 2012 y 2014. Nunca ha ganado Europa más de tres veces seguidas el torneo en el que el premio es el honor, no el dinero.
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