“¡Netzer, Netzer, Netzer!”, bramaba la afición del Borussia Moenchengladbach en el estadio del Düsseldorf esa tarde soleada de 1973 en la que su equipo se medía en la final de la Copa alemana frente al Colonia. Estaban en la prórroga y nadie entendía que no jugara la estrella, el medio Gunter Netzer, de pies gigantes (calzaba un 47) y pases imposibles. “Tiene una lesión en el tobillo”, adujo en la previa el técnico Hennes Weisweiler; una excusa poco creíble porque los rifirrafes entre los dos eran públicos desde hacía tiempo y llegaron a su punto crítico unos días antes de esa fecha, cuando el jugador reveló que había firmado por el Real Madrid. Pero cuando se torció el encuentro, cuando se dieron las tablas, le dijo que saliera a jugar. “No me necesitan”, replicó el futbolista, que se colocó fuera del banquillo. Hasta que en la prórroga, su compañero Kulik le pidió agua y le confesó que no podía tenerse en pie. “Ahora sí voy a jugar”, le soltó Netzer al mister, al tiempo que él mismo pidió el cambio sin mirar atrás. Tres minutos más tarde soltó un zapatazo inolvidable y ganaron la Copa. Reñidos entre sí —como también lo estaría el técnico con Cruyff en el Barça hasta punto de que forzó su despido—, Weisweiler y Netzer edificaron un equipo que marcó una década en Alemania y también en Europa.
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