Las concentraciones de los grandes clubes de fútbol se parecen cada día más a acantonamientos militares prevenidos contra la guerra bacteriológica. El día previo a los partidos de Champions estas grandes instituciones de la industria que más crece en Europa se refugian en asépticos hoteles de cinco estrellas herméticamente cerrados para evitar el espionaje y la contaminación acústica que producen los hinchas. A ser posible, las directivas y los técnicos escogen establecimientos construidos en lugares apartados. Cuanto más inhóspitos, mejor se cotizan entre los directores deportivos.
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