Escuela de fútbol Mareo, reza un pequeño letrero erosionado por el paso del tiempo a la entrada de la ciudad deportiva del Sporting de Gijón. Cruzadas las puertas —siempre están abiertas—, se descubre un complejo deportivo fabuloso, con cuatro campos de hierba natural, otros tantos de artificial y hasta uno pequeño de fútbol playa y otro de sala. El césped, porque da el sol y las lluvias no castigan todavía, es una moqueta y ya llegan los primeros niños para tocar el balón entre páramos con vacas de fondo que pastan tranquilamente.
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