Vivimos tiempos rápidos. Todo (o casi todo) se exige de manera inmediata. En cada acción ha de existir una recompensa y debe recibirse al momento. Hay que correr a más velocidad y, ya si eso, compartiremos después una foto en las redes sociales. Se habrá evitado, así, yendo a toda mecha, la reflexión pausada, la contemplación del paisaje y la búsqueda de trayectos alejados de la vía principal que utiliza todo el mundo. Totalmente a la inversa de aquel consejo de Cervantes que recordaba: “el camino siempre es mejor que la morada”.
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