Tras un tiempo en Barcelona, Rakitic decidió comprarse una casa en Gavà para poder disfrutar de la calma y de los paseos en la playa con sus hijas y mujer, también con sus perros. Pero no se dio por satisfecho hasta seis meses más tarde, cuando acabó de construir un pequeño gimnasio en una de las salas de la casa, contigua a la habitación en la que guarda los trofeos y las camisetas de su carrera y de tantos rivales como ha podido. “Además de lo que hace con el Barça, sigue un programa físico individualizado que revisa cada tres meses para corregir o potenciar lo que necesite en ese momento”, explican sus allegados; “y es muy metódico, por lo que no se salta una sola sesión”. Una rutina que le va de maravilla porque nunca se ha lesionado de gravedad al tiempo que, una vez entendió que debía adelgazar un par de quilos para poder correr más —“sobre todo con Luis Enrique, que quería medios de ida y vuelta”, cuentan desde su entorno—, y descubrió que era celíaco, se mantiene en su peso y aguanta todo lo que le echen, camaleónico como es. Ahora (18.30, beIN) le toca el Celta.
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