Se respiraba un aire de pesimismo en el Espanyol, cansado de ver cómo el equipo se perdía campaña a campaña en la tierra de nadie de la tabla, sin respuesta económica después de la ilusionante llegada de Chen Yansheng a la presidencia. Entonces, apareció Rubi. El técnico, con pasado blanquiazul, fue un manto de aire fresco, sobre todo de esperanza, sostenida en una propuesta de fútbol alegre. “Cuando llegamos, teníamos la sensación de club negativo. Pero durante cuatro meses, entre todos, logramos que todo fuese bueno y bonito”, explica Rubi. Cuatro meses en los que el Espanyol sumó 21 puntos, sorpresa de LaLiga después de escalar hasta la segunda posición.
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