El primer día que llegó a Carrington, ciudad deportiva del Manchester United, se calzó las botas para salir al campo de entrenamiento. Los que iban a ser sus compañeros, sin embargo, se pensaron que era un chaval de la cantera que tenía el premio de entrenarse con el primer equipo. Minutos más tarde, entendieron que no era así, sino que era un delantero que se relacionaba con el gol como pocos. Era Ole Gunnar Solskjaer (Kristiansand, Noruega; 45 años), apodado Baby-face Assasin [El asesino con cara de niño] porque era tan imberbe como excepcional revulsivo que marcaba en los momentos más críticos. Como en la final de la Champions de 1999, cuando el Bayern tenía la final ganada hasta que Sheringham empató sobre la bocina y, en el último estertor del duelo, Solskjaer punteó un córner para dar el triunfo al United y, de paso, hacer que Sir Alex Ferguson pasara la cartilla a todas las primeras ediciones de los rotativos, que no aguardaron al desenlace por la exigencia del cierre y dieron como campeón al Bayern. Ahora, el noruego coge las riendas del equipo de forma interina hasta el final del curso tras la defenestración de Jose Mourinho.
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