Cada vez que Gareth Bale (Cardiff, 29 años) se colocaba a la altura de Daigo Nishi, su marcador en la banda derecha del Kashima Antlers en las semifinales del Mundial de Clubes (1-3), el moño que completa su peinado, el punto más alto de los 185 centímetros que componen su figura, asomaba un palmo por encima del japonés. Sin embargo, en los primeros duelos que compartieron a ras de césped, el galés no logró trasladar esa superioridad física incuestionable al plano horizontal. Recién arrancado el partido, recibió un pase de Marcelo que dejó correr, y al ver que Daigo lo alcanzaría antes que él, ni siquiera trató de bloquear el despeje. Su comportamiento, derivado de una secuencia de lesiones que han provocado un aumento mayúsculo de escenarios en los que Bale antepone su bienestar al riesgo que pueda suponer el fútbol, provocó que los brazos de Solari, anudados el uno al otro hasta ese momento, se separasen. Fue algo que, sin embargo, solo ocurrió en esa ocasión.
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