La Juventus, la piedra más dura se ha interpuesto en el camino del Atlético en su intento por alcanzar la final que se disputará en su estadio. El equipo de Simeone deberá medirse al rival que menos deseaba tanto el cuerpo técnico como el vestuario. Por la solidez de su fútbol y por tener que defenderse de la pegada de Cristiano Ronaldo, verdugo tantas veces de la defensa rojiblanca. Como sucedía en el Madrid, la voracidad goleadora del portugués, 11 goles en la liga italiana y uno en la Champions, fluye independientemente del juego, por lo que los problemas de encaje apenas han existido. Junto a Dybala y Mandzukic, que tendrá su particular revancha de su gris paso por el Atlético, comanda un tridente ofensivo incuestionable para Allegri. Con el croata caído a la izquierda, posición en la que Simeone no logró convencerle para que jugara, el habilidoso y menudo delantero argentino intercambia mucho la posición con Cristiano. Llama mucho la atención que, aunque sea en el área donde su contundencia marca las diferencias, se le vea jugar por todo el frente de ataque y que incluso en los costados haya recuperado ese tono virguero del extremo que fue en sus inicios en el Sporting de Lisboa y en el Manchester United. En el campeonato italiano suma seis asistencias y otras dos en Europa. Es muy habitual ver a Cristiano combinar con los laterales en el dos contra uno o aguantar la pelota y hacer dejadas para la llegada de los jugadores de segunda línea. Esa versión de delantero total que ha mostrado en este primer tercio del curso lo convierte en más temible aún. Cristiano transmite un aire de no ser ese jugador atormentado por su autoexigencia que parecía en el Madrid, incluso cuando estaba en racha.
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