El partido entre el Athletic y el Rapid de Viena no pasará a la historia. El árbitro, el francés Tony Chapron, sí. La historia universal del arbitraje está llena de chascarrillos, desternilles, también corruptelas, aspavientos y demás enjambres de situaciones hilarantes o incompresibles. También de grandes árbitros. Pero Tony Chapron fue más lejos: en la misma jugada, en el periodo de prolongación de la primera mitad, dio como válido un gol de Williams, que partía de fuera de juego previo, en el que también había caído Aduriz, su asistente. Ante las protestas del Rapid de Viena, consultó al juez de línea, anuló el gol y... pitó penalti del portero austríaco, lo que hubiera significado su expulsión -que no decretó-, obviando la ley de la ventaja. Luego se reunió con sus asistentes y pitó... fuera de juego. Todo hace pensar que el pinganillo venía de lejos, visto el descalabro de aquella asamblea de jueces despavoridos, asustados. Cinco jueces sin juicio que acordaron una solución -venía de lejos, quizás, - que coincidió con la justicia. Fue pura coincidencia, nada de lo que Tony Chapron pueda vanagloriarse. Lo suyo hubiera sido dejar su lugar al cuarto árbitro, Bertrand Jouannaud, también francés, mientras dedicaba la segunda mitad a una ducha fría, de las que aclaran la mente y refrescan el ánimo.
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