A Kimi Raikkonen se le ve reír y eso de por sí ya es noticia. En un año, la vida del piloto finlandés de 35 años, el más veterano de la parrilla, ha dado un giro de 180 grados: ha pasado de plantearse colgar el mono a mostrar su mejor versión; de no cruzar una palabra con su compañero a buscarle para gastarle bromas; y de pulular por el paddock como una alma en pena a volver a sentirse uno de los principales protagonistas de este circo que es el Mundial de Fórmula 1.
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