Hace dos años, su hija llegó a casa con el semblante triste y los ojos llorosos. “¿Qué te pasa?”, le preguntó Pablo Machín, entonces técnico del Numancia. “Pues que he ido al campo y un señor decía que eras muy malo, que te fueras, que no servías…”, le contestó la niña. Fue una única persona que quizá representaba a unos pocos o unos muchos, pero fue suficiente para que el entrenador decidiera dejarlo. “Era el momento de probarme en otro sitio”, expone Machín, que bebió de los conocimientos de Lotina, Arconada, Kresic, Pacheta, Goicoechea y Unzue, que le enseñó más que ningún otro a trabajar el aspecto ofensivo del juego. Y, tras unos meses en el paro, se decidió a fichar el año pasado por un Girona que parecía abocado al descenso. No sólo lo salvó, sino que ahora está a un partido, a un triunfo frente al Lugo en la última jornada (o un empate siempre y cuando no gane por tres el Sporting) para ascender al Girona por primera vez en su historia a Primera División.
source Portada de Deportes | EL PAÍS http://ift.tt/1eKdawX
Aucun commentaire:
Enregistrer un commentaire