Se lamentaba y abría los brazos, cabeza gacha y mirada perdida, porque le habían metido el segundo gol y no parecía haber forma de parar la hemorragia. La consternación de Herrerín, sin embargo, duró poco. Por lo que se obligó a reponerse y aplaudió en silencio ante Messi, Neymar y Luis Suárez. Pero debía reanimarse y reactivar a los suyos porque era el mejor jugador de su equipo.
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