David Fernández, mocetón criado en la popular barriada madrileña de Prosperidad, cabeceó un córner en el segundo palo y puso al Oviedo en Segunda después de seis años de fatiga en Segunda B. El gol tuvo algo de rehabilitación. Fue el retorno simbólico a la vida de un club histórico, destrozado por el caos institucional que le ha sometido durante 13 años. No tuvo nada de poético. Fue un mero frentazo. Un golpe de arrojo, fuerza y sangre fría que tumbó al Cádiz. Envuelto en un clima de optimismo desaforado, el equipo local no consiguió sacudirse la terrible presión de su hinchada. Los cadistas dispondrán de una segunda oportunidad en la liguilla de ascenso. El Oviedo ya está titulado para luchar por el regreso a Primera.
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