Hay una secuencia, un puñado de palabras que denotan el hambre del campeón. “¡Espera! ¡Un último saque y nos vamos!”, suelta Rafael Nadal en mitad del bosque de Boulogne, un pulmón verde y laberíntico, en el que se cobijan tres pistas, solapado al complejo de Roland Garros. Allí, el español atizó a la pelota ayer una y otra vez: drive-drive-drive; ¡zasca, zasca, zasca! Golpes durísimos y planos; cada uno más seco y potente que el anterior. Le instaba a recoger las cosas y marcharse Carlos Costa, su agente, pero ese espíritu infatigable que domina al rey del torneo parisino le hizo soltar una última estocada al colombiano Robert Farah, su sparring durante la última sesión de entrenamiento. ¿Resultado? ¡Zas! Ace. Punto directo.
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