La historia más reciente del Real Madrid ha acostumbrado a dejar un largo catálogo de amargas despedidas. Una especie de rutina en la que el club blanco se había habituado a enseñar la puerta de salida. No importaba el nombre, la trayectoria ni el legado. A excepción del portazo de José Antonio Camacho en septiembre de 2004, no se conoce un jugador o técnico trascedente durante la etapa de Florentino Pérez que haya comunicado al presidente su firme e irrevocable decisión de marcharse de Chamartín. La historia sucedía al revés y a nombres con el peso de Iker Casillas, Raúl González, Vicente del Bosque o Fernando Hierro fue el club el que de una manera u otra les hizo ver que era el momento adecuado de cerrar una etapa. Les sucedió a todos menos a uno, Zinedine Zidane, el único hombre capaz de plantar al Madrid en el último siglo.
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