La derrota de Italia ante Irlanda tuvo un efecto terapéutico respecto a la frustración que había supuesto la pavorosa noticia de enfrentarnos a los azzurri en la ronda de los octavos de final. Demostraba el resultado que son un equipo vulnerable, pero esta clase de ilusiones o de supersticiones antecedentes adquiere un valor anecdótico en la emergencia de una eliminatoria que va a disputarse en el umbral y la sugestión del fracaso.
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