Una de las mejores selecciones de la Eurocopa ya se fue a su casa, a Croacia concretamente. Una de las más pobres, de juego que no de espíritu, sigue en el torneo. Fútbol, se llama esto tan absurdo. Portugal tiene en el horizonte las semifinales, si elimina en cuartos a una Polonia que avanza de tumbo en tumbo sin que Lewandovski dé las buenas tardes, y cuando las dé igual ya es de noche. Vamos, que está Portugal donde se la podía esperar, dado quién es el dueño de su número siete, pero donde no ha merecido estar. Salvó la primera fase de milagro, gracias a un sublime taconazo y un brutal cabezazo de Cristiano, que salió ante Hungría al rescate de un equipo que está cogido con papel de fumar. Pero el problema de Cristiano, o la virtud, es que le resulta sencillo dejar a uno en mal lugar. Se puede decir de él que tiene reacciones de cretino, como tirar el micro de un periodista a un lago o criticar a la minúscula y extraordinaria Islandia por jugar a la defensiva. Y se puede argumentar, en lo futbolístico, que su regate ha desaparecido, su velocidad menguado y su acierto a balón parado es irrisorio. Y una vez se ha dicho eso, puede ocurrir, y ocurre, que el chico aparezca en el sitio adecuado en el momento justo y se saque un golazo de no se sabe dónde. Pero siempre habrá quien diga que eso es lo único que se puede esperar de un jugador que ya solo es el mejor rematador del planeta, un asunto menor, quizá.
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