Wimbledon, territorio tradicional, conserva la esencia y la norma, pero también ha sucumbido a la modernidad y la tendencia. Por las arterias que se entrelazan en el complejo continúa viéndose mucho octogenario encorbatado, sombreros, pajaritas y los clásicos crespones fucsias y verdes, distinción inequívoca del torneo. Los viejos tiempos perduran, pero hoy día esas calzadas se han transformado en un banco de pruebas estético donde se entremezcla el hipsterismo, barbas tupidas y sienes afeitadas, gafas de pasta y diseños multicolores, con todo tipo de estilo.
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