Mientras al estruendoso ruedo ibérico le invade la desazón, no estaría de más recordar que España ha sido tan vencida como ella privó del éxito al resto durante cuatro años muy recientes. Es fútbol, no una ciencia. Sí una metáfora de la vida, y nadie está obligado ni puede ser siempre el mejor. No existe el elixir de la eternidad, se suceden los ganadores y los perdedores. Como objetivar la pasión es una pérdida de tiempo, los triunfos enaltecen incluso lo que no hay y las derrotas suelen abrir paso a los pirómanos que atizan a discreción: jugadores, técnicos, árbitros, jardineros, meteorólogos, el vecino de abajo... Lejos de reflexionar, parece que la enmienda a la totalidad fuera obligada.
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