Hasta que Ivan Perisic lo hizo saltar por los aires, el sistema defensivo español era el orgullo de Vicente el Bosque y de sus jugadores. En diez partidos oficiales, España no había encajado un gol. Ni siquiera un cambio tan sensible como el habido en la portería parecía afectar al engranaje. La dulce transición culminada con De Gea relegando a Casillas desde el primer partido del campeonato no había alterado los biorritmos de la zaga. Las galopadas de Perisic culminaron una noche salpicada por malas entregas en zonas calientes y de despistes en las inmediaciones del área de De Gea.
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