Después de tantas jornadas de trabajo, las nubes de París se tomaron por fin el día libre. La capital francesa amaneció otra vez gris, otra vez desangelada, con ese traje invernal que no le sienta nada bien, tan poco prêt-à-porter, pero al menos el tenis, por fin, regresó a Roland Garros. Los partidos arrancaron a las 11.00, como estaba programado, y los protagonistas parecieron haberse puesto de acuerdo en hacer rápido los deberes y terminar rápido para ir ganándole algo de tiempo al reloj.
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