Se tapaba la cara, se frotaba los ojos y farfullaba como podía las melancólicas notas del himno de Croacia al tiempo que la cámara lo plasmaba en las pantallas gigantes del estadio. Pero Srna, el capitán perenne, no podía reprimir las sentidas lágrimas antes de empezar el partido, consciente de que ocasiones como esa se presentan pocas en la vida. Era un duelo magnético entre dos equipos de lo más competitivos, un choque grande de los de verdad, unos octavos de final con gancho.
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