Ya lo dijo Mariano Rajoy antes del partido, en una de esas míticas frases que vienen a significar “mire usted, no sé muy bien lo que estoy diciendo”: “Tiene que ganar el mejor y todo el mundo sabe quién es el mejor, aunque a lo mejor no coincide todo el mundo”. Resumiendo: que ganó el mejor (o no), que todo el mundo sabe quién es el mejor (o no) y que a lo mejor no coincide todo el mundo (o vaya usted a saber). Ganó el Madrid, mejor o peor, y toda la crueldad del mundo se le volvió a hacer presente al Atlético, el equipo con la trayectoria más brutal de cuantos disputaron esta Champions, que le ha llevado a medirse con los tres conjuntos más potentes del planeta (Barça, Bayern y Madrid). Se quedó, de nuevo, a un milímetro de la gloria, esa gloria que se le resiste, una, dos, tres veces. Su técnico, Diego Simeone, dijo tras el partido que perder dos finales en tres años es un fracaso. No cree uno que esa palabra le encaje bien al Atlético. Así lo dicta la memoria, que recuerda, por si a alguien se le ha olvidado, que hace solo cinco años este equipo veía los partidos de la Champions por televisión. Y ahora juega las finales.
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