Uno, dos, tres, cuatro. Para empezar el partido, los playoffs, cuatro triples. La declaración de intenciones del Barcelona fue tan rotunda que el Fuenlabrada quedó casi noqueado cuando no había roto a sudar. Poco tiempo más transcurrió cuando Jota Cuspinera empezó a poner aspas rojas en su pizarra. El entrenador del equipo madrileño se las veía y se las deseaba para resolver la ecuación. Si cargaba el esfuerzo defensivo sobre Tomic, Perperoglou, Doellman o Satoransky les cosían a triples. Si cerraba sobre Satoransky, movía el balón Navarro. Su equipo se enredó, perdió cuatro balones en un abrir y cerrar de ojos y recibió los triples con una rapidez inusitada.
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