Cada uno ameniza las esperas como puede. Andy Murray, por ejemplo, lo hace apoyado sobre una pared, masticando una barrita energética en el túnel que da acceso a la Chatrier, a resguardo de la lluvia; Novak Djokovic, mientras, apuesta por aportar un poco de show, tomando prestado el paraguas de una aficionada y emulando en la pista el baile de Frank Sinatra; unos, como Carla Suárez, con desplazamientos de un lado a otro, mareados porque no encuentran acomodo para el entrenamiento; y otros, el público que acudió ayer a Roland Garros, engullendo crepes (chocolate o azucaradas) y esperando la buena nueva, con la ilusión de que se retirasen las lonas de las pistas y que por megafonía no sonase las palabras indeseadas: jeux annulés.
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