De no haber sido tenista, Svetlana Kuznetsova bien podría haberse dedicado al fútbol. La rusa, de 30 años, con unos cuádriceps como los de un potro, empleaba una y otra vez los pies para recoger las bolas que Garbiñe Muguruza incrustaba al otro lado de la pista. No le falta pericia a la de San Petersburgo, con malabarismos propios de Romario, Ronaldinho o cualquier virtuoso de la fábrica brasileña de peloteros, pero cada vez que hacía una de esas muestras era una mala señal para ella, que al final, desesperada, chutó una de esas bolas contra un soporte publicitario, aunque en esta ocasión con un derechazo más parecido al que lanzaba Ronald Koeman las faltas que a una delicatessen brasileira.
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