Los intereses en juego en una última jornada de Liga pueden desfigurar a un equipo. Al Atlético, por ejemplo, al que es complicado verle dar tantos pases atrás u horizontal como dio en Los Cármenes. Al Granada, que fue un volcán en los tres últimos partidos, la consciencia de lo que sucedía en otros estadios y que le servían las tablas le amansó. A los dos equipos les valía el empate para alcanzar sus objetivos, así que hubo poco partido y mucha fiesta en el graderío. Las estadísticas reforzaron esa sensación de biscotto,que dicen los italianos. El primer disparo ente los tres palos llegó a la hora de juego. Lo hizo Koke, que le pegó al balón con poca fe y menos intención. Las secuencias de pases al pie y de tuyas mía fueron en aumento en la medida que el tiempo pasaba. Iturra combinaba con sus laterales, y Gabi o Tiago con sus centrales, sin avanzar un metro. Al Granada, el simulacro le valió para salvarse gracias a tres victorias seguidas y a este empate en los cuatro partidos dirigidos por Sandoval, una heroicidad.
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